Primer acto
“En este juego, contentarse es perder, es no ser nadie”, escribió el investigador y especialista en comportamiento humano Ian Leslie a mediados de abril de este año refiriéndose al espinoso terreno de la cultura de izquierdas que se alimenta de las redes sociales. En su ensayo “Why Does Being Left-Wing Make You Unhappy? The Ideological Well-Being Gap” (2024), apunta a la relación entre depresión, redes sociales y la izquierda contemporánea y cómo “Las redes sociales empujan a lxs liberales a juntarse con otrxs que piensan de la misma manera, e introducen la reputación y el estatus en la mezcla: cuanto más te preocupas, y más dramáticx eres al respecto, más admirable y dignx de atención te vuelves.” Si bien es absolutamente justificable (y necesario) manifestar nuestro desacuerdo y organizarnos, es igualmente importante intentar mantener la cordura para poder, de hecho, llevar la teoría a la práctica.
Leer ese artículo de Leslie me despertó una memoria que tenía bloqueada, sobre la cual he querido escribir desde hace tiempo. Esta memoria está enraizada en la ansiedad y el miedo de ser mujer en México, un país por de más hermoso e igualmente machista y feminicida. Pero, antes de llegar a esa historia, creo que es importante situarla y situarme dentro de ella. Y, quizás aún más importante, situar el papel que tuvo el Internet (y, específicamente, Reddit) dentro de esta experiencia.
Los años dorados de Reddit fueron en algún punto entre el 2007 y el 2012, al menos de acuerdo con Tink2013, unx miembro activx de r/AskReddit. El Reddit de ese periodo, pre-Trump, pre-QAnon, pre-gamergate, pre-culto a Kek, pre-Cambridge Analytica, pre-persecución y posterior suicidio de su co-fundador Aaron Swartz, mantenía como promesa el anonimato de sus miembros así como un espacio de diálogo, casi, sin censura. Es decir, mantenía la promesa de los primeros años de Internet donde la noción de aldea global y horizontalidad se mantenían como sus pilares principales. Una promesa que sabemos que nunca se materializó a pesar de los esfuerzos de sus usuarixs.
Los inicios de Reddit en el 2005 estaban sustentados en la lógica de las listas de correos y el entretejido de hipervínculos. Los subreddits no existían y las comunidades que aquí se encontraban tenían que forjarse a punta de serendipia e hilos de conversación guardados en favoritos. De alguna manera Reddit, y su contemporáneo 4chan, son la evolución de las salas de chat de finales de los 90 fusionadas con los blogs estilo Blogger y Xanga en donde la lógica era la misma solo que los formatos aceptados se ampliaron para recibir imágenes, gifs, videos, y audio además de abanderarse de una inminente libertad de expresión.
A raíz del crecimiento de la comunidad de Reddit es que hacia el 2008 lxs fundadorxs de la plataforma decidieron rediseñarla para que sus miembros pudieran crear áreas dedicadas a temas específicos, en otras palabras, pudieran crear pequeños grupos más sencillos de encontrar a los que llamaron subreddits.
Los subreddits se convirtieron rápidamente en la forma más sencilla de navegar Reddit, una manera de filtrar (y, a la vez, aislar) el ruido de conversaciones que no se alineaban con los intereses de sus visitantes. Si bien es fácil argumentar que esto tuvo como consecuencia, al menos en parte, la híperpersonalización de contenidos que resultó en una cámara de eco que fue esencial para la radicalización de muchas de estas comunidades, también es importante observar cómo esto ayudó a que éstas encontraran espacios de encuentro que no habían tenido hasta el momento.
En muchos casos estas comunidades también se convirtieron en redes de apoyo y hasta en espacios de contención. Sin embargo, para el Internet de la primera década de los 2000’s, diferenciar entre las redes de apoyo y las redes de polarización ideológica no era tan sencillo pues, en muchos casos, ambas se sostenían en conceptos similares: confianza, escucha, sinceridad, amistad…En otras palabras, la promesa central se basaba en encontrar a otrxs con quienes compartir y sostenerse mutuamente.
El fenómeno de deslizarse entre comunidades que se vuelven gradualmente más radicales es, sin duda, consecuencia de una reacción en cadena que logró movilizar a una extraña vanguardia de adolescentes suicidas, perfiles anónimos, conservadores extremistas, incels antifeministas, acosadorxs y trolls creadorxs de memes. Los grupos en los que habitan estas figuras es un caldero de humor negro y discursos de odio en donde la validación de sus miembros se sostiene a punta de retos, aparentemente inofensivos, que hicieron dificil distinguir entre sus opiniones políticas genuinas y las que expresan por encajar en estos espacios.
Este despliegue de violencia, aunado a un muy limitado acceso a recursos para la salud mental, fue enmarcado de manera brillante por lxs artistas Eva y Franco Mattes
en su pieza My Generation (2010). Una videoinstalación que se compone de un collage de videos reapropiados de Internet que muestran a jugadorxs frustradxs teniendo arrebatos violentos, gritando y destruyendo los dispositivos tecnológicos que tienen a la mano.
En palabras de lxs artistas, “esta recopilación intenta capturar las emociones colapsadas de lxs adolescentes en sus habitaciones, ahora espacios público-privados. Aquí, una actividad que debiera ser entretenida, jugar videojuegos, se ve eclipsada por inquietantes momentos de tristeza, impotencia y depresión. Al tiempo que refleja la frustración que podemos sentir ante la vida en medio de tantos dispositivos conectados a la red y la sobresaturación de datos.” (Mattes, 2024).
Igualmente el videoperformance Freedom (2010), también de lxs Mattes, anuncia otras formas de entender a los videojuegos, la violencia, el cuerpo y la instrumentalización de la pantalla para la guerra. En esta pieza Eva juega usando un avatar de soldado en el desierto virtual de Counter-Strike, un videojuego multijugador de disparos en primera persona ambientado en Medio Oriente. "Por favor, no me mates", dice la artista una y otra vez , "esto es una obra de arte". Aunque las respuestas que recibe en el chat grupal van desde la burla hasta la auténtica curiosidad, la realidad es que la artista/avatar nunca sobrevive mucho tiempo.
Esta última pieza, contrario a lo que podría aparentar superficialmente, no es una brigada purista en contra de los videojuegos, sino más bien un eco del grandísimo trabajo de Harun Farocki (2000-03) y sus interrogantes detrás de lo que nombró “imágenes operativas”. Para Harun, este tipo de imágenes no están hechas para ser vistas, sino para operar, supervisar y controlar procesos. Son imágenes que surgen con la creciente automatización y digitalización y no tienen un propósito estético o narrativo puntual, sino más bien uno funcional. Y, si bien, en el caso de Farocki, su exploración es literal y se basa en el complejo militar y el creciente número de máquinas para la guerra, la vigilancia y el control, también nos habla de aquellas imágenes que se materializan a través de varias formas de destrucción.
En las videoinstalaciones Eye/Machine I (2000), II (2001) y III (2003), Farocki nos confronta con una serie de códigos visuales que no están pensados para ser vistos/apreciados por ojos humanos sino por ojos maquínicos. Utilizando material filmado por misiles y proyectiles, imágenes de archivo, contenido apropiado de canales de televisión y material audiovisual proveniente de la industria tecnocapitalista, el artista nos anuncia “la pérdida de la imagen genuina”, o, puesto en otras palabras, la evidencia de que el ojo ya no tiene un papel central como testigo histórico.
Así es como llegamos a un terreno de impotencia y ansiedad en donde unxs somos testigos del innegable genocidio de la comunidad palestina en tiempo real a la par que estamos rodeadxs de negacionistas de esta situación y/o sádicxs que consideran que las medidas tomadas son aceptables. Observamos cómo las políticas de la extrema derecha se desbordan entre lxs nativxs digitales, principalmente en comunidades masculinas, extremistas religiosxs, y, para sorpresa de algunxs, feministas radicales. Mientras que, por otro lado, vemos a las comunidades de izquierda sumirse en una depresión paralizante y punitiva que aún no logra ver los frutos sembrados por la cultura reparativa.
¿Cómo podría ser de otra manera cuando lxs mismxs críticxs de los horrores desatados por las pantallas se encuentran igualmente paralizadxs? Desde la distopía anticipada por el investigador Mark Fisher, quien, víctima de una severa depresión, decidió terminar con su vida, hasta los callejones sin salida que Angela Nagle plantea en su libro “Kill All Normies” (2017). Nagle denuncia la cultura antiintelectual y desquiciada de la histeria colectiva que se apoderó de la izquierda cultural en los años previos al auge reactivo de la nueva extrema derecha. Mientras que las ideas de Fisher sobre la hauntología y el tiempo perdido que impregnan la cultura contemporánea con una nostalgia por mundos que jamás existieron, nos han hecho creer que estamos atrapadxs en un ciclo de repetición interminable.
Aunque en pleno 2024 comprendemos bien las consecuencias de esta radicalización silenciosa, especialmente en el contexto de la guerra cultural que sigue tensando los extremos opuestos de una liga a punto de romperse, es esencial preguntarnos: ¿cómo llegamos aquí? Revisar los momentos previos al colapso es fundamental para intentar entender el pantano en el que estamos atrapadxs.
Segundo acto
En el año 2008 yo tenía 16 años y atravesaba por uno de los momentos más complicados de mi vida. Mi familia se había mudado a otro país por cuestiones económicas y, consecuencia de múltiples complicaciones migratorias (que merecen un texto aparte), terminé viviendo sola.
Mi vida empezó a desmoronarse sin que me diera cuenta. Es decir, por un lado estaba consumida por la emoción de asumirme como una persona independiente que puede hacer de su tiempo lo que le plazca, y, por otro, estaba aterrada.
Es crucial mencionar que el 2008 fue el año que marcó la mitad del periodo presidencial de Felipe Calderón en México y, con él, una de las temporadas más violentas del México contemporáneo. Su, mal llamada, “guerra contra el narcotráfico” desató una serie de violencias contra civiles que escalaban en perversidad y sadismo. El mismo periodo presidencial dentro del que México se convirtió en el primer país en adquirir el malware Pegasus de las manos de grupo israelí NSO con la intención de poder hacerle frente a los cárteles pero que, rápidamente, se convirtió en un arma usada en contra de periodistas, activistas y cualquier otro disidente político (misma que, por cierto, sigue siendo utilizada dentro del país).
Este episodio sociopolítico se viralizó a través de blogs y contenidos audiovisuales creados y distribuidos por los miembros de diversas organizaciones criminales además de otros métodos para aterrorizar a la población. La constante aparición de restos humanos con signos de tortura en la ciudad en la que vivía se convirtió en parte de las noticias diarias y, con ello, en una de mis obsesiones personales.
Vivía aterrada de salir, aterrada de estar sola en casa, aterrada de conocer personas, aterrada de ir a la escuela, aterrada de lo que podría pasarme si estaba en el lugar incorrecto en el momento incorrecto y, encima de todo, vivía aterrada de hacerle frente a ese terror. Así que, como cualquier otrx nerd del Internet, empecé a buscar comunidades que pudieran ayudar a sentirme más segura.
Si pudiera poner en imagen estas emociones, usaría la pieza “Monumento a mi dolor/ El dolor de la memoria” (2014) de Mónica Delori. Un edificio abandonado, una fortaleza a medio construir, cimientos que vuelan por los aires como si no pesaran absolutamente nada, las lágrimas rojas de una estatua mutilada y semidesnuda. Todo atravesado por una estética de los videojuegos de principios de los 2000’s. Un presagio de aquellos fuegos que no se pueden apagar, fuegos que no sabes de dónde emergen y que parecen reaparecer aunque los hayas sofocado una y otra vez.
Navegando en Reddit es como terminé en un subreddit de preppers. En un inicio me sentí bien recibida por esta comunidad, parecía que sus ansiedades en lugar de paralizarlxs habían hecho que buscaran maneras de prepararse activamente ante posibles emergencias, desastres o situaciones de crisis. Hasta aquí todo parecía completamente normal, es más, hasta deseable, sobretodo frente a un escenario sociopolítico tan inestable como aquel en el que me (nos) encontraba(mos).
Cabe destacar que el 2008 también fue el año del colapso financiero dinamitado por las bienes raíces en Estados Unidos. Esto dejó a un gran número de personas endeudadas, sin trabajo, sin hogar, sin acceso a la educación ni a servicios de salud y con una creciente epidemia de salud mental y adicciones (mismas que, por cierto, repercutieron directamente en la violencia perpetrada por el narcotráfico en México). Es decir, ante un escenario de crisis compartidas entre México y EUA, buscar estar preparadx para todo parecía completamente normal, ¿cierto?.
Todo empezó con interacciones breves. Me presenté ante el grupo encarnando mi historia personal pero posando como una joven estadounidense, blanca, viviendo en un suburbio de algún estado gringo. Preguntaba cosas sencillas como: ¿cómo proteger mi casa de posibles intrusxs?, ¿qué medidas tomar para salir sola por la noche?, ¿cuáles son los mejores consejos para evitar ser acosada en las calles? Y, aunque las respuestas eran respetuosas, la realidad es que en lugar de reducir mis ansiedades, hacían que brotaran nuevas preocupaciones que no tenía instaladas en mí previamente.
Sin darme cuenta, en un lapso de dos meses, pasé de interactuar en este subreddit un par de veces por semana a pasar todo mi tiempo libre leyendo hilos de conversación interminables. Rápidamente mis preguntas se subieron de tono y se convirtieron en: ¿cómo fabricar gas pimienta casero?, ¿debería guardar algún tipo de arma blanca en mi habitación?, ¿cómo saber si alguien que acabo de conocer quiere hacerme daño?, ¿qué hacer si me están persiguiendo?.
Para este punto, varixs usuarixs empezaron a pedirme mi correo electrónico para enviarme material que no era permitido compartir dentro de la plataforma. Recuerdo haber abierto un correo especial para ello. Recibí archivos que iban de cómo construir una habitación de pánico con un presupuesto limitado, cómo fabricar venenos caseros y armaduras hechas con fibras naturales, cómo solicitar préstamos en el banco siendo menor de edad, entre muchos otros. La realidad es que mi mundo se había transformado radicalmente.
Lo más peligroso de todo es que aunque era consciente de que las conversaciones contenían tintes racistas y misóginos, me negaba a dejar de participar de estos intercambios porque saciaban mi necesidad de sentirme segura, aunque fuera por un momento. Me abanderé de la frase “Frágil, pero no frágil como porcelana, frágil como una bomba” sin voltear a ver las consecuencias.
En este periodo dejé de dormir y dejé de salir con mis amigxs. Y, aunque estos cambios parecían pasar desapercibidos por aquellxs que me rodeaban, estos intercambios tóxicos llegaron a nuevo límite cuando me convencí de que la manera en la que estaría más segura sería durmiendo dentro del automóvil que dejó mi familia dentro del estacionamiento de la escuela a la que acudía. Pasé un par de días siguiendo al pie de la letra las recomendaciones de estxs personajes sin rostro que alimentaban mi miedo hasta que decidí buscar ayuda profesional.
La parte más crítica de esta experiencia duró alrededor de tres meses en total, y, lo más sórdido de todo este asunto es que ni mis amigxs, ni mi familia, ni mis profesorxs se dieron cuenta. Podría incluso decir que fue tan sutil que, así como la rana que no sabe que el agua en la que está metida está subiendo de temperatura hasta matarla, yo tampoco me di cuenta.
De acuerdo con quien fue mi terapeuta en ese momento, lo que sucedió es que lo que realmente necesitaba era externar aquello que me atravesaba y, al verme consumida por mis propios pensamientos, sumado a los horrores que consumían a lxs miembros de este grupo de preppers, terminé prisionera de un delirio colectivo.
Es importante señalar también que aunque este grupo de personas en particular no se centraba en compartir sus ideologías políticas, sí percibían al “otrx” como la fuente de todos sus miedos. Más allá de lo que aprendí de mí misma, esta experiencia me hizo entender que el verdadero peligro de las comunidades de radicalización ideológica es que se alimentan de nuestros miedos.
Es complicado dar cierre a este texto lleno de vulnerabilidad pero, al menos, me gustaría compartir un par de ideas. Para exorcizar a los demonios contemporáneos, necesitamos primero nombrarlos. Verlos a la cara, reconocernos en ellxs para poder desvanecerlxs en la misma ola de terror de la que emergieron. Tirar del hilo que hemos logrado sacar de a poco de esta red podrida. Jalar hasta que se desarmen sus violencias imperialistas, extractivas, cínicas…sin llenadera. Arrancarnos los pedazos de perdigón que se nos quedaron encarnados. Limpiar nuestras heridas. Y entonces, como bien dice Silvia Rivera Cusicanqui retomando la conciencia anticipatoria de Bloch, darnos espacio para desear lo imposible.