1. La crisis de la imaginación no es el fin del imaginar, sino su captura.
Vivimos en una era en la que la imaginación ha sido relegada de su capacidad radical y transformadora. La fragmentación de los marcos totalizantes y la hipersegmentación de nuestras burbujas morales no han traído al mundo la esperada pluralidad emancipadora, sino una neutralización de los horizontes colectivos. La imaginación, atrapada en un presente calculable, ha sido instrumentalizada al servicio de un orden en conformación, sofocando las imágenes del porvenir y reemplazándolas por microfuturos inmediatos, pragmáticos y, casi siempre, reaccionarios.
2. La literalidad es el eje de la desimaginación.
El retorno de "lo real" en el Antropoceno prioriza la experiencia directa y desestima la abstracción. El experiencialismo radical reemplaza la mediación conceptual y la metáfora, anulando la posibilidad de comprender el mundo como una red compleja de significados. La teoría, que en algún momento se conformó como un espacio de articulación, ha sido desplazada por la inmediatez de datos y algoritmos, cuya lógica asociativa soluciona sin comprender. Como resultado, la abstracción se confunde con la simplificación, y el pensamiento crítico se desvanece bajo el peso de una literalidad multiplicadora.
3. Exomatización de la imaginación: la creatividad externalizada.
Siguiendo a Stiegler, se puede observar que las tecnologías actuales han delegado la imaginación en sistemas técnicos. La inteligencia artificial no es una mera herramienta; ahora produce narrativas, imágenes y juicios en nuestro lugar, estandarizando el proceso creativo y limitando sus resultados bajo estándares sobredeterminados. Esta externalización, expansiva en cantidad, empobrece la diversidad y profundidad de la imaginación, reduciéndola a una función técnica preconfigurada que aliena al ser humano de su capacidad de proyección subjetiva y creación de mundos.
4. Criptomonedas: la abstracción como espejo del capital.
No existe una imagen para el dinero digital: es la desimaginación del dinero. Mucho menos para las criptomonedas, bienes digitales sin escasez natural, cuya existencia se define por códigos abstractos y sistemas algorítmicos. Este fenómeno refleja la creciente desconexión entre la materialidad y nuestras capacidades de representación, reforzando una economía sin límites internos que normaliza la alienación. En lugar de operar como un espacio simbólico de confianza, el dinero se convierte en un flujo intangible que reproduce, en la mayor parte de sus expresiones, lógicas de acumulación y desarraigo contemporáneas.
5. Saturación visual y el ojo out of joint.
En la era de la digitalidad posthumana, la producción ilimitada de imágenes ha transformado nuestra capacidad de imaginar. Autoras como Silvia Schwarzböck, Andrea Soto Claderón o Joanna Zylinska señalan que las imágenes ya no nos impactan a nivel visceral; se han vuelto parte de un flujo constante que neutraliza el horror y banaliza la tragedia. Hemos desarrollado una insensibilidad frente a la violencia y la catástrofe, mientras el ojo digital reemplaza nuestra subjetividad en la creación, archivo y consumo de lo visual.
6. Profesionalización académica: la caída de la imaginación radical.
La academia, sometida a métricas de productividad y éxito individual, ha desplazado la especulación crítica hacia una carrera por el prestigio y el financiamiento. Este modelo fomenta un fetichismo categorial, donde el neologismo reemplaza la profundidad conceptual y la conformidad con las tendencias limita la capacidad de riesgo intelectual. Así, la imaginación radical queda marginada en favor de una producción teórica domesticada que refuerza el orden establecido.
7. Hacia una erótica del futuro.
Frente al realismo capitalista que absorbe toda oposición, es imperativo recuperar la imaginación como un acto político. No basta con resistir; debemos erotizar el pensamiento, reactivar su potencial creativo y transformar la desorientación contemporánea en un espacio fértil para nuevas posibilidades. Esto implica superar la tribalización identitaria y construir mediaciones capaces de sostener un diálogo que abra fisuras en lo dado, para imaginar futuros que trasciendan la estandarización algorítmica y las lógicas extractivistas.
8. Persistir en la teoría como forma de resistencia.
Hacer teoría hoy es insistir en una mirada que quiere intervenir el presente. Que el rechazo de la abstracción absoluta y asesina del capital no obture toda forma de abstracción. Como advierte Mark Fisher, el capitalismo mercantiliza incluso las formas subversivas, pero eso no debe impedirnos continuar. Persistir significa cuestionar los marcos existentes, abrir nuevas preguntas y reimaginar lo común desde un lugar que rechace la pasividad y convoque a la acción.